lunes, 28 de septiembre de 2015

CAPÍTULO 5: Perdida (3ª parte)

Sin saber muy bien cómo, me encuentro sentado en la terraza de una cafetería de la zona, con mi perro enganchado a la silla, oliendo sin parar a Malú, que parece estar encantada, salvo cuando recuerda quién es el dueño, y entonces parece ponerse tensa. A mi lado, Pepi, y al otro lado Jose, que no dice nada, no sé si porque sabe la historia o porque nota algo raro. O por las dos cosas.

-Bueno, y entonces al final estudiaste no? – pregunta interesada su madre –

-Eh… si… soy fisioterapeuta… - contesto –

-Si es que eras muy listo… yo siempre le decía a mi hija que se pusiera cerca de ti en los exámenes por si podía ver algo de lo que ponías…

-Mamá! – se queja Malú y me hace sonreir fugazmente –

-Qué? Sabes que solo se te ocurría estudiar cuando Álex venía a casa y te obligaba… y yo encantada como es lógico. – bebe de su café – y trabajas Álex?

-Bueno… he montado mi propia clínica… - asiente sorprendida – en verdad es… en mi casa… pero bueno, para empezar no está mal…

-Ya sabía yo que este niño valía mucho… - alarga su mano y me revuelve sutilmente el pelo – y vives por aquí?

-Si, vivo aquí al lado

Malú parece atragantarse con el café y comienza a toser. Alzo una ceja, no se si ha tosido por lo que he dicho o porque el café está malísimo, que también puede ser.

-Qué me dices? Pero si Malú vive a dos calles de aquí! – exclama emocionada – Qué te parece? Y no os habíais visto?

Niego con la cabeza mirando disimuladamente hacia su mano izquierda, que se mueve sobre la mesa disimuladamente, como si estuviera nerviosa. Siempre me gustaron sus manos.

-Qué casualidad… - susurra Jose mirando a su hermana – sigues tocando la guitarra?

-Eh… - dudo en la respuesta – bueno, de vez en cuando

-Pues a ver si quedamos en casa de mi hermana y nos marcamos un miniconcierto como en los viejos tiempos no?

La mirada de Malú, aunque intenta ser disimulada, no pasa desapercibida para mí. Acaba de desintegrar a Jose con un rayo láser que sale de sus pupilas, que no consigo ver pero que estoy convencido de que existe. Me siento cada vez más incómodo, pero no sé como largarme de allí sin que Pepi vuelva a obligarme a quedarme contra mi voluntad. Me miro el reloj y pongo cara de sorprendido, siempre he sido mal actor, pero debo intentarlo.

-Vaya… eh… tengo que irme… - Pepi me mira con gesto de no querer que lo haga –

-Pero bueno, al final voy a pensar que no quieres saber nada de nosotros eh? Con los buenos ratos que pasamos… - suspira con aire melancólico – todavía recuerdo cuando destrozásteis mis plantas jugando al futbol en el patio… - sonrío levemente, miro a Malú, que hace lo mismo mirando al suelo – y cuando pregunté quién había sido, tú te echaste todas las culpas y Malú hizo lo mismo con ella… no había forma de echaros la bronca…

-Ya… - contesto sonriendo cabizbajo –

-Siempre protegiéndoos… lo tranquila que yo estaba cuando Malú iba al colegio y sabía que en el patio la defendías… - continúa Pepi mientras me revuelvo en el asiento – y cuando salió lo del disco, que Malú decía que eras su guardaespaldas…

Sonrío totalmente melancólico. Hasta creo que como siga hablando, me echaré a llorar. Me están quemando los recuerdos de aquella época. Duelen más si la miro y veo que ni siquiera me mira. Esto es una tontería, no sé qué hago aquí, necesito irme.

-Antes de irte, tienes que dejarnos el teléfono… - la miro sorprendido – hombre por dios, voy a estar otros 12 años sin saber de ti… ni hablar ni hablar… - saca su móvil del bolso y unas pequeñas gafas… - apúntalo tú también hija, que estás ahí que ni hablas – se quita las gafas observándola – qué seria estás… pero que es Álex! No te alegras de verle?

-Ya… ya lo sé mamá… es que… - se revuelve en la silla sin mirarme – estoy preocupada por Danka…

-Bueno… - su madre asiente – mi hija siempre amante de los animales, como puedes comprobar… - vuelve a colocarse las gafas – a ver… dime tu número…

Dudo un instante si hacerlo. Me estoy metiendo en la boca del lobo pero no tengo escapatoria. No la tengo, es así. Se lo digo a regañadientes, dispuesto a irme tras hacerlo.

-Ya está… ahora si que no tienes pérdida… - contesta triunfante su madre –

-Bueno… - miro de nuevo mi reloj – ahora si que debo irme… - me levanto de la silla temeroso por si Pepi me impide hacerlo de nuevo –

-Ay hijo… - se levanta al mismo tiempo – dale muchos recuerdos a tus padres… quiero verles, díselo – asiento dándole dos besos –

Ahora llega el momento que temía. Veo a Jose como a cámara lenta acercarse a mí y me da un sonoro abrazo. Sólo queda ella, que me mira de pie, sin saber muy bien qué hacer, así que tomo yo el control de la situación y, ni corto ni perezoso, le planto un beso en la mejilla y le doy un abrazo.

-Me alegra mucho verte… - le digo en voz baja – espero que Danka se recupere pronto – sonrío casi sin querer al deshacer el abrazo, no sé qué estoy haciendo, no me reconozco – bueno… nos vemos vale?

Su madre me mira hasta con cara emocionada… y yo siento como que alguien va a poner una banda sonora épica mientras me alejo del lugar…

-Vamos Rex – mi perro obedece al instante – que vaya todo bien familia…

Y, sin más, me doy la vuelta y echo a andar con mi perro caminando a mi lado. No me doy la vuelta, no seré capaz. Acabo de quedar como un jefazo… saliendo de la situación con maestría. Aunque por dentro estoy hecho añicos, o esa es mi sensación. La sensación de pesar es tan inmensa que no me deja pensar con claridad. He fingido que todo estaba bien, que no importaba la actitud indiferente de Malú, cuando yo nunca hago eso, me prometí no hacerlo más, porque cada vez que lo hago, me hago daño… y es exactamente lo que he conseguido… hacerme daño una vez más. 

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