Tras unos minutos
esperando, María se dispone a pelar a una preciosa perrita pekinesa que ha
llegado a la clínica. En ese momento, cuando la maquinilla empieza a sonar, una
chica, seguida de un chico y una mujer más mayor, entra por la puerta como una
exhalación. Cuál es mi sorpresa al reconocerla, al reconocerles a los tres…
creo que noto como cada mililitro de mi sangre se ha helado por completo.
La observo
desesperada buscando a alguien con quien hablar hasta que me levanto de la
silla y voy hacia ella. Creo que me tiemblan las piernas, o algo así, de
repente me he puesto muy nervioso.
Su madre, la reconozco
perfectamente. Su hermano, no ha cambiado apenas. Me miran fugazmente cuando me
ven acercarme. Me reconocerán? Qué tontería… claro que no.
-Hola – digo
tímidamente – eres la dueña de la perrita que se había perdido?
Me miran
instantáneamente los tres. Noto como su madre frunce el ceño como intentando
reconocerme.
-Si, soy yo, dónde
está? Qué ha pasado? – pregunta desesperada, creo que no me ha reconocido –
-Está en quirófano,
venía muy mal – contesta María secamente… qué tacto tiene esta mujer – este
chico la ha traído, se la ha encontrado en el monte.
Me miran de nuevo,
Malú tiene la cara todavía más desencajada.
-Tranquila, el
veterinario está con ella, me ha dicho que todo va a ir muy bien, saldrá en
seguida.
-Dios mio… - suspira
tapándose la cara –
-Alejandro?
La voz de su madre
resuena en la sala de espera de aquella clínica veterinaria.
-Eres tú? – pregunta
sorprendida esperando mi respuesta –
Miro fugazmente
hacia Malú que me mira extrañada para, seguidamente, poner cara de sorpresa…
entre sorpresa y vergüenza creo detectar. Miro de nuevo hacia su madre, que
sigue mirándome interrogante. Sonrío tímidamente.
-Hola Pepi… -
contesto avergonzado –
-Álex? – escucho la
voz de su hermano – no me jodas tío! Eres tú!
-Hijo! – su madre se
lanza a abrazarme – dios mío, cómo has crecido!! – exclama emocionada – cuántos
años hace?
-Doce – contesto
rápidamente. Cómo si se me hubiera olvidado –
-Madre mía! – grita
descompuesta – Malú, que es Álex!
Miro de nuevo hacia
Malú que me mira de manera sorprendida. Creo que no sabe qué hacer. Noto como
parece algo avergonzada, quizá al recordar la última vez que nos vimos hace ya
casi 9 años… en aquella ocasión no nos despedimos de una manera adecuada.
-Hola – me dirijo
hacia ella –
Intento destensar el
gesto. No es momento de gilipolleces. Es un momento tenso. Recuerdo lo mucho
que le gustaban los animales, así que imagino que ese perro significará mucho
para ella a juzgar por la ansiedad con la que ha entrado a la clínica. No me
contesta, solo me mira sorprendida y, fugazmente, mira hacia el pasillo donde
se presupone está el quirófano.
-Tranquila, se
pondrá bien
En un afán por
reconfortarla, pongo una mano en su hombro, pero la retiro automáticamente.
Creo que he sentido una corriente recorrer de manera inexorable todo mi cuerpo.
Justo en ese
momento, cuando estábamos mirándonos sin saber muy bien qué decir, aparece
Antonio y yo desaparezco para ella. Lo aborda de nuevo desesperada mientras
Antonio hace un gesto de calma, algo sorprendido por ver quien es la dueña de
la perrita.
-Cómo está? –
pregunta temerosa –
-Tranquila, todo ha
ido muy bien, no ha sido tan grave como pensaba en un principio – habla de
manera pausada – se pondrá bien.
Veo como resopla en
una mezcla de alivio y rabia y se gira buscando a su madre que la recibe entre
sus brazos. La Pepi… qué buenos ratos en su casa cuando éramos pequeños.
Me siento fuera de
lugar, y estoy a nada de irme de allí disimuladamente con mi perro, que sigue
sentado donde las sillas, observando, sin molestar, sin moverse, como si
estuviera reflexionando sobre la situación.
-Puedo pasar a
verla? – pregunta sollozando –
-Bueno… - el
veterinario me mira – no suelo hacer esto, pero bueno, aunque solo un minuto de
acuerdo?
Malú desaparece de
mi vista. Me alegra que la perrita esté bien… yo ya no hago nada aquí, así que
me giro y agarro la correa de Rex, dispuesto a irme. Me siento incómodo, no me
gusta la situación, aunque me encante haber tenido a Malú tan cerca. Es una
mezcla extraña de sensaciones, como siempre me ha pasado con todo lo referente
a ella.
-Ay menos mal… -
escucho a Pepi, que dirige su vista hacia mí – te vas? – pregunta extrañada –
-Eh… si… bueno, me
he quedado para ver como salía lo de la perrita – me mira con una ceja alzada –
-Pero bueno, es que
no quieres nada con nosotros? – vuelve a mirarme extrañada – perdona a mi hija,
estaba muy nerviosa… por eso no te ha dicho nada… - claro claro, será por eso
Pepi – espera a que salga, hay que celebrar este reencuentro.
Cómo? Celebrar?
Algo? El qué? Que estoy haciendo el gilipollas por enésima vez? No, ni hablar,
no pienso quedarme.
-Qué es de tu vida
tío? – interviene Jose – joder, si no pareces tú… estás cachas eh? – me da una
palmada en el brazo avergonzándome –
-Cómo que no parece
él? Tiene la misma cara de niño bueno que de pequeño – su madre me hace una
carantoña llena de cariño y me hace sonrojarme – yo te he reconocido en
seguida…
-Os he reconocido al
entrar… - confieso – pero he supuesto que no era el momento para…
-Ay ven aquí hijo! –
me corta para darme otro abrazo – qué tal tus padres? Cómo va todo?
-Bien… todo bien… -
contesto sonriendo levemente –
Mi intento por
largarme antes de que Malú aparezca de nuevo se ven frustrados por Pepi, que me
entretiene lo suficiente para que a Malú le de tiempo a ver a su perrita y
salir sollozando, provocándome de nuevo una mezcla de ternura y cariño que me
cuesta frenar. Ahora mismo la abrazaría sin compasión, sin importarme todo lo
que haya pasado. Pero mi sentido común entra en escena, y menos mal, no es
momento de perderlo.
-Tiene que pasar
aquí la noche… - dice apenada –
-Pero no os
preocupéis, está todo bien – aclara el veterinario –
-Hija, Danka es muy
fuerte… - Pepi le hace una carantoña a su hija – qué le ha pasado exactamente?
-Bueno, eso os lo
puede explicar mejor Álex – le miro asustado, no me apetece nada hablar en este
momento – él la trajo aquí.
Todas las miradas se
dirigen a mí, creo que debo hablar, aunque ganas de irme sin decir nada no me
faltan.
-Bueno… eh… en
realidad la ha encontrado él – señalo a Rex que arquea un poco la cabeza cómo
diciéndome “no me pases el marrón tío” – estaba en el monte… tumbada en el
suelo y… bueno… la he traído para ver qué le pasaba exactamente…
-Este niño sigue
siendo igual de buena persona que cuando era un crío… - su madre me hace una
caricia que me ruboriza de nuevo –
-Os conocéis? –
pregunta Antonio extrañado –
-Pues claro! –
exclama Pepi – es amigo de la familia…
Voy a hablar pero me
quedo con la boca abierta unos segundos y decido cerrarla. Amigo de la familia…
claro… por eso Malú todavía no se ha dirigido a mí. En fin… algo debió pasar
aquella noche para que me guarde tanto rencor todavía. Aunque no es rencor lo
que detecto cuando dirijo mi mirada hacia ella. Quizá noto… arrepentimiento? No
sé exactamente lo que es, pero parece que no es capaz de mirarme a la cara.
-Bueno… pues… yo
debo irme… - contesto convencido –
-Cómo que debes
irte? – exclama indignada su madre – de eso nada, ahora mismo vamos a ir a
tomar un café y nos vamos a poner al día… - sonríe – sabiendo que Danka está
bien, lo mínimo que podemos hacer es invitarte a algo por haberle salvado la
vida.
Yo? Salvarle la
vida? Pero no les ha quedado claro que yo no he operado a… Danka? Bonito nombre
para un perro. En fin… Pepi siempre ha sido muy persuasiva. Todavía recuerdo
cuando me hacía coger la guitarra delante de todo un Paco de Lucía, para que
tocase mientras su hija tocaba el cajón y ella cantaba. Dios… que recuerdos tan
buenos de aquellas tardes de verano…
No hay comentarios:
Publicar un comentario