1990.
-He dicho que Malú
juega con nosotros
-Una mierda! Las
chicas no juegan al fútbol
-A partir de ahora
sí – respondo seguro –
Me da miedo que le
hagan daño. Es como mi hermana y va a jugar conmigo si yo quiero. Y me da igual
lo que digan los tontos de mi clase.
-Álex, ya juego con
mis amigas…
-Que no, he dicho
que Malú juega y juega. Y las demás también.
Al final, todos
agachan la cabeza y consigo que Malú juegue con nosotros. Y el resto de las
chicas que quieran. Por qué tienen que jugar a otra cosa en vez de jugar todos
juntos?
2010.
Llevo toda la tarde
en casa de Malú. No me quiero ir a casa. Me da miedo irme realmente. Aunque
esté acompañada, he descubierto que sigo teniendo ese sentimiento de protección
hacia ella que tenía cuando éramos pequeños. Sé que en algún momento me tendré
que ir, pero he estado demasiado ocupado esta tarde calmando a su madre.
Pepi
es de esas personas que exageran todo, lo bueno y lo malo, y eso es
precisamente lo que le hace especial. Pero en esto no está exagerando, quizá
perdiendo el control, pero no exagerando. Me parece absolutamente normal que
esté atacada. Un hombre ha provocado que su hija tenga un accidente y anda
suelto por ahí. Y encima estaba obsesionado con ella.
Lo que me reconcome
por dentro es que lo tuve delante y se escapó. Se metió en el coche y huyó, y
yo no pude detenerle. Todo habría acabado si hubiera podido hacerlo.
Pepe se ha unido
esta tarde a nosotros. Ha venido a ver a su hija y aquí estaba yo, sin saber
muy bien si pinto o no pinto algo aquí, contándole mi vida a unas personas que
no veo desde hace 12 años. Todo para intentar no pensar en el lío en el que
están metidos con todo esto. Su hermano se ha ido esta tarde pero volvería por
la noche, creo que han acordado dormir todos aquí hoy, para no dejar sola a
Pepi con Malú.
Anochece pronto,
todavía no han cambiado la hora aunque no falta mucho. A las 8 ya es de noche,
y yo debo ir pensando en irme. Lo tengo pensado cuando, de repente, se escucha
un ruido en el piso de arriba. Algo como cristales rotos… estoy seguro. Nos
miramos todos con caras de circunstancias.
-Qué ha sido eso? –
pregunta Malú con cara de pánico –
-Quedaos aquí – digo
de manera segura mientras me dirijo hacia la puerta del salón –
-Tú solo no vas –
dice Pepe poniéndose a mi altura –
-Ni hablar Pepe –
digo contundente –
-Ay dios mío… - su
madre se echa a llorar –
-Pepe, quédate con
tu hija… - digo a su padre –
-Pero qué dices?
Como vas a subir tú solo? – camina hacia la puerta –
-Pepe por favor! –
grito sin querer – déjame subir a mí, quédate con ellas.
Pepe finalmente me
hace caso. En el pasillo, encuentro la escoba y la cojo entre mis manos. Me
siento gilipollas con una escoba como arma defensiva. Subo al piso de arriba
algo temeroso, con el corazón a mil sabiendo que puedo encontrarme con algo que
no me guste. Entro primero a la que creo que es la habitación de Malú, puesto
que hay una cama amplia y varias fotos de ella con amigos y familia. Detecto en
seguida la razón del golpe. Una piedra de dimensiones considerables se
encuentra en el suelo, con trozos de cristales.
Miro a la ventana. Ha entrado
por ahí. Corro instintivamente hacia ella y, a lo lejos, veo a alguien correr.
Salgo como alma que lleva el diablo, escaleras abajo, mientras veo salir del
salón a Vero.
-Qué pasa? –
pregunta mientras salgo por la puerta –
-Llama a la policía!
– grito mientras corro hacia la verja para salir detrás de él –
Corro todo lo que
puedo en la dirección hacia donde he visto que alguien corría. Ni siquiera sé
si era él, no lo podía distinguir a tanta distancia. Llego a un cruce con
varias opciones que elegir. Mierda, lo he perdido.
-Joder! – exclamo
frustrado –
-Álex! – aparece
Vero corriendo, llegando a mi altura – qué pasa?
-Era él! – digo
señalando a la carretera – joder, era él! – me apoyo en un coche, agotado no ya
por la carrera que me he pegado, sino por la frustración que me provoca – hay
que llamar a la policía.
-Pepe les estaba
llamando… he salido detrás de ti por si… - la miro y se calla – no sé por qué
he salido detrás de ti sinceramente…
Sonrío un segundo
para quedarme serio de nuevo. Estará loca, pero es buena amiga, o eso me
parece.
Volvemos caminando
hacia la puerta de la casa. La rabia me puede, me consume. Me imagino la cara
de Malú, completamente asustada, cuando sepa que él ha estado aquí y se ha
escapado.
-Vienen ya – dice
Pepe cuando nos ve entrar por la puerta –
-Pero qué ha pasado?
– grita Malú desde el sofá – joder! – escucho como se pone a llorar –
-Dónde vas? –
pregunta Vero al verme subir las escaleras –
No contesto. Vuelvo a entrar en la habitación y recojo la piedra del suelo. Me había parecido que tenía algo enganchado. Efectivamente, es un papel arrugado. Lo cojo y me quedo blanco al leer lo que pone. Definitivamente, no me voy de esta casa hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario