lunes, 28 de septiembre de 2015

CAPÍTULO 1: Y sin tu luz...


1998.

-Entonces te vas?

-Si… - baja la cabeza de manera triste –

-Nos volveremos a ver? – pregunto temeroso –

-Pues claro! Tienes mi teléfono… - se muerde el labio mirando hacia el coche –

-Te voy a echar de menos… - digo de manera sincera –

-Y yo a ti…

El abrazo me inunda de sentimientos que no sabía que existían. Una mezcla de rabia, tristeza y melancolía que creo, me han hecho madurar de repente. Así que esto es despedirse de la persona que quieres. Esto es estar enamorado. Pues menuda mierda, no quiero estar enamorado. La veo alejarse hacia el coche donde le esperan sus padres, que alzan la mano saludándome, despidiéndose también de mí. Tengo la sensación que este momento lo voy a recordar toda la vida como una de las situaciones más difíciles de mi vida. Tanto es así, que noto como estoy llorando. Sin querer, pero lo estoy haciendo. Más aún cuando veo alejarse el coche, tengo ganas de correr tras él, de volver a abrazarla, pero una extraña sensación de responsabilidad me frena en mi idea. Esto es lo que ella quiere, esto es para lo que ha nacido… y esto es lo que nos separa para siempre.

2008.

De tanto esperar a que ese maldito teléfono suene, mi mente se ha escapado y ha decidido recordar ese día. Por qué tengo que recordar eso ahora? Joder, por qué no me llama nadie? Necesito saber que está bien.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y, en nuestro caso, es totalmente así. Todavía recuerdo aquella noche que nos encontramos en aquel bar. Qué desastre. Se le fue la pinza, no le culpo, supongo que esas cosas ocurren cuando tienes éxito desde tan pequeña… pero yo haría algo esa noche para molestarla tanto? Es una pregunta que me he hecho siempre. Qué pasaría por su mente para echarme de su casa de aquella manera? Con lo amigos que fuimos de pequeños… y lo mal que lo pasé cuando dejó el instituto. Y ahora aquí estoy, sin un teléfono suyo al que recurrir, teniendo que esperar una llamada de terceras personas para saber que está bien. Por qué no se ha cuidado? Por qué ha tenido que pasarle algo así? La información que me ha llegado no es nada buena… y solo de pensar que puede pasarle algo, siento un peso en el pecho que pocas veces he sentido. Debe ser cierto eso de que el primer amor nunca se olvida. El primer amor… suspiro de desesperación mirando ese maldito teléfono. De repente, como si me hubiera escuchado mentalmente, suena. Suena tan fuerte que se confunde con mis latidos. Lo cojo entre mis manos temblorosas, temeroso de las noticias que pueden llegarme.

-Dime – contesto serio –

-Está bien, la operación ha salido bien…

-Seguro? Donde está?

-No me lo han dicho… no quieren visitas ni que se filtre el nombre del hospital Álex… es normal, lo entiendes verdad?

-Si… claro… - contesto abatido – seguro que está bien?

-Seguro… te mantendré informado, por ahora no sé nada más.

-Gracias… de verdad…

-De nada…


La conversación termina así. Siento unas ganas inmensas de llorar y no me apetece frenarlas. Los humanos somos muy curiosos. Cuando peor estamos, nos gusta regodearnos en nuestra mierda para sufrir todavía más con los recuerdos. Quizá es un mecanismo de defensa que hace que lo suframos todo de una vez. No sé ni como, estoy viendo fotos con ella de niño. Hace poco encontré el álbum en casa de mis padres. Sonrío con lágrimas en los ojos… qué años tan felices… qué ingenuos, no sabíamos lo que era la vida en realidad, y no nos importaba. 

Cierro el álbum despacio y me recuesto en el sofá. Son las 5 de la mañana y estoy agotado. Resoplo de puro cansancio. Está bien, está viva, eso es lo único importante. 

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