lunes, 5 de octubre de 2015

CAPÍTULO 28: Ángel caído

1995.

-Agggg – grito espantada mientras corre dando saltitos por la habitación –

-Malú, puedes calmarte? – dice sin dejar de mirar a ese bicho, que parece no darle miedo –

-Mátalo por favor… - le suplico subida a la cama, pegada a la pared –

-A mi también me da miedo… - dice mirando como el bicho mueve sus antenas –

-Y qué haces para que no se te note? – pregunto hablando temerosa –

-Contar hasta 5… - dice quitándose la zapatilla – el miedo no lo puedes quitar… pero si puedes hacer que haga su trabajo y se vaya – se acerca lentamente al bicho – 1… - da otro paso – 2… - cojo aire asustada – 3… 4… - arma la zapatilla, dispuesto a matar a lo que parece una cucaracha enorme – y 5.

Tras esto, impacta la zapatilla con todas sus fuerzas hacia el bicho, matándolo al instante. Suelto un gritito y le miro horrorizada mientras él me sonríe.

-Ves? – dice sonriendo – me traes la escoba?


2010.

Respiro sin conseguir que el aire entre en mis pulmones. Mi hermano me abraza sin parar de repetir mi nombre. Siento un miedo que jamás había sentido. Me ha dado tanto miedo que a Álex le pasara algo por mi culpa. Le veo caminar hacia la acera, como ido. Y, de repente, mi mente decide tomar el control. Cuento hasta 5… 1… 2… 3… 4… y 5. Respiro hondo. Sigo sintiendo miedo, pero me deja respirar. Vuelvo a coger aire.

Miro a mi alrededor, con mi hermano casi encima de mi. Necesito saber dónde está. Mis ojos ven a Marcos tirado en el suelo. Creo que está muerto, y cuando esa idea invade mi cuerpo, siento que puedo respirar mejor. En la acera, Álex mira hacia mi. No puedo caminar, la escayola se me está mojando. Me parece increíble pensar en eso ahora mismo, pero supongo que es una de esas cosas que ocurren cuando estás muerta de miedo. Te fijas en cosas que no tienen la menor importancia.

-Álex! – mi hermano le llama y camina hacia él –

No alcanzo a escuchar de lo que hablan, solo se que mi hermano lo abraza. Lo abraza fuerte mientras Vero me sostiene. Le veo acercarse a mí, caminando como si estuviera en otro mundo. No lo puedo evitar, cuando está a mi altura, le abrazo. Casi dejo caer todo mi peso agarrándome a él. Al principio no me abraza, pero luego lo hace, aferrándose a mí y, al mismo tiempo, sosteniéndome. Me acaba de salvar la vida. Y no solo a mí, sino a Vero y a Valeria. Y a Danka. Estoy segura que Marcos hubiera terminado por hacerles daño y yo... yo no podría soportarlo...

-Gracias… - digo sollozando – estás bien?

Me separo un poco y me mira algo emocionado. Asiente sin decir nada.

-Vamos a casa cariño… - dice mi hermano –

Entre él y Álex, me agarran para que no apoye la pierna. Comenzamos a escuchar sirenas, como a lo lejos, como si estuvieras a punto de despertarte y escucharas la alarma del móvil de fondo pero no pudieras moverte todavía para apagarla. Más o menos me siento así. Paralizada. Estupefacta. 

Álex no habla, no dice nada, creo que no es capaz. Creo que esto es demasiado para cualquier persona. Todavía no asimilo que ha sido capaz de jugarse el pellejo por mí. Como cuando jugábamos de pequeños y lo hacía de mentira... solo que ahora, lo ha hecho de verdad. Y sin esperar nada a cambio, aunque creo que voy a sentirme en deuda con él para siempre.



2001.

-No vuelvo a quedar con vosotros, que lo sepáis.

-Pero tío, que ha surgido a última hora, no te cabrees hombre.

-Y me quieres explicar qué hago yo ahora en este bar yo solo?

-Pues beber por ejemplo, te sentará bien… y conocer a alguna chica que esté buena, que falta te hace.

-Qué cabronazo… - le oigo reírse al otro lado del teléfono – no está bien dejar a los amigos tirados, lo sabes no?

-Venga Álex, que ya te he contado lo que ha ocurrido… no te cabrees anda, el finde que viene te prometo que la liamos.

-Siempre dices lo mismo Toni…

-Que te lo prometo cojones…

Es alucinante. Es lo que ocurre al quedar con una pareja para irte de copas. Que te van a dejar tirado y van a preferir quedarse follando en casa. Yo también lo haría, solo que no tengo pareja y tengo que joderme. Y ahora estoy aquí, con esto petadísimo de gente algo desfasada, solo y con ganas de beber hasta emborracharme. Así que me voy a tomar una copa al menos, para no volver a casa con esta sensación de fracaso, pero vamos… fracaso es mi apellido cada vez que intento salir de fiesta.

Había dicho una copa, pero ya voy por la tercera. Maldita inercia, me hace ahogar las penas en alcohol. Sin querer, dirijo mi mirada a una chica que está al otro lado de la barra. Parece discutir acaloradamente con alguien mientras la gente de alrededor no hace ni caso. No puedo apartar la mirada de la escena. Observo atentamente hasta que un gesto me hace ponerme tenso. Un chico la agarra del brazo y ella intenta soltarse. Bien, tengo ganas de bronca, quizá por el alcohol que he bebido. A eso súmale que, delante de mí, ningún tio va a tratar mal a una chica. Soy así de peliculero. Así que me bebo de un trago el resto de la copa y camino decidido hacia la pareja. Conforme llego, voy escuchando a la chica gritar “suéltame”. Lo que me faltaba. Mi cabreo va en aumento. Llego a su altura y agarro el brazo del tío con el que sujetaba a la chica.

-Es que no la has oído? – pregunto desafiante y dirige su mirada a mí sorprendido – te está diciendo que la sueltes.

-Tú quién coño eres? – me mira sorprendido y con enfado –

-El que te va a partir la cara como no la dejes en paz.

Buah. Cuando me sale el tono peliculero a lo Kevin Costner me doy vergüenza a mí mismo. Menuda frase. Digna de comedia romántica de instituto.

-Perdona? – pregunta incrédulo –

-Ves a ese segurata? – señalo hacia uno de ellos, que nos mira de vez en cuando – tienes dos opciones. O te saca él de aquí o te saco yo. Y no te va a gustar mi forma de sacarte.

-Pero este gilipollas quién es? Tu novio?

Miro hacia la chica y alzo las cejas en señal de sorpresa. Hostia… no puede ser.

-No te lo voy a repetir – me giro de nuevo hacia ese hombre, con la cara de Malú en mi cabeza - Lárgate de aquí si no quieres que te haga una cara nueva.


2010.

-Señor Ramírez, no hay lesiones de gravedad… parece que tiene los huesos fuertes…

Sonrío tímidamente ante las palabras del médico que me atiende. Miro mi mano, todavía dolorida, y ahora, vendada. No puede ser que no me haya roto nada, con lo fuerte que le he pegado a ese cabrón.


-Sabe si Malú está bien? – el médico me mira alzando una ceja – es amiga mía… - me sorprendo ante tal afirmación… hace mucho tiempo que no pensaba en ella como una amiga –

-La señorita Sánchez está bien… le hemos cambiado la escayola… - habla mirando el informe de alta – este es el informe de alta… recuerde mantener reposo un par de días… aunque no hay nada roto, no debe forzar esa mano.

-Tranquilo… - digo levantándome de la camilla – me puedo marchar?

-Claro… - contesta con media sonrisa – tiene a gente esperándole.

Frunzo el ceño sin entender nada, pero lo entiendo todo cuando salgo por la puerta de urgencias. La familia de Malú, con ella incluida, se levantan de las sillas de la sala de espera al verme.

-Hijo! – exclama Pepi – estás bien? – no me deja responder – dios mío… - me abraza –

-Tienes algo roto Álex? – pregunta Jose mirándome preocupado la mano –

-Ah… - enseño mi mano – no, esto es pura parafernalia de los médicos… - ríen tímidamente – estáis bien? – pregunto dirigiéndome a Malú y a Vero y su hija –

Las 2 asienten mientras que la niña me mira sin parpadear. El padre de Malú me mira sin hablar, sin decir nada, pero esa mirada es suficiente para entender lo que quiere decirme. Dirige su mano a mi hombro, en gesto de afecto, y ya está, nada más. Suficiente.

-Queríamos avisar a tus padres… pero no tenía el teléfono… no me lo diste… - dice su madre –

-Tranquila Pepi… - sonrío tímidamente –

-Te llevamos a casa… - sentencia Pepe –

-No – niego – voy a ir dando un paseo si no os importa…

-Pero si está lloviendo a cántaros… - exclama Vero –

-Por eso… - sonrío sin querer al pensar en la lluvia cayendo sobre mí – de verdad, que no es necesario…

-Álex, cómo te vas a ir andando? – pregunta su madre mientras salimos del hospital – déjanos que te acompañemos…

-De verdad, no es necesario Pepi…

-Pero…

-Necesito tomar el aire… - digo cortándola pero suavizando mi gesto – un amigo vive a un par de calles de aquí – miento, Toni vive más lejos –

-Seguro? – pregunta Jose preocupado –

-Seguro… - sonrío mirando a la niña, que sigue mirándome – bueno… - me agacho hasta ella – me das un beso preciosa?

La niña mira a su madre instantáneamente y, tras esto, me da un sonoro beso en la mejilla.

-Vaya… qué beso… - digo riéndome –

-Esta aprendiendo a darlos… - dice Vero un tanto cortada –

-Pues ya sabe darlos… - digo poniéndome de pie mientras le sonrío a la niña –

-Te podemos llevar Álex… - vuelve a insistir su madre –

-Gracias de verdad… - digo de nuevo – y gracias por esperar a que saliese… - sigo de manera sincera – pero necesito despejarme un poco… - su padre asiente a modo de comprensión –

-Tío… - Jose se acerca a mí y me da un intenso abrazo – gracias… - dice sin deshacer el abrazo –

-Eh… bueno… - digo cortado mientras se separa de mí – Pepi… no llores anda…

Su madre, envuelta en lágrimas, me abraza fuerte, como si se fuese a caer y necesitara agarrarse a algo. Tras ella, Pepe me abraza dando golpecitos en mi espalda. Vero vuelve a abrazarme y, entre susurros, se disculpa de nuevo, haciéndome poner los ojos en blanco. Y Malú me mira, manteniéndose de pie a la pata coja, al lado del coche de su hermano. Agacha la cabeza, no es capaz de mantenerme la mirada, o eso creo. Me acerco a ella sin hablar, no es necesario decir nada. Recibe mi abrazo apretándome fuerte contra ella.

-Gracias… - susurra –

Creo que voy a romperme, pero consigo detenerlo. Consigo detener ese mar de lágrimas que, estoy seguro, va a salir en cuanto se vayan. Lo de hoy es algo que no olvidaré jamás. El miedo que he sentido, el pánico, el terror… todo. Y por eso necesito andar… tomar el aire… para poner en orden todo lo que ha ocurrido hoy. Necesito estar solo ahora. Me alejo de ella, de mi mejor amiga de la infancia, de la persona que pensé que no volvería a ver nunca. Y, como en aquella ocasión cuando nos despedimos con 16 años, veo su coche alejarse entre esa multitud de vehículos y a ella a través del cristal. Pero esta vez no siento dolor… siento una mezcla de satisfacción, alegría y tranquilidad. Está bien… estamos bien… y la pesadilla que estaba viviendo, ha terminado para siempre.


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