jueves, 1 de octubre de 2015

CAPÍTULO 23: Carne de cañón

1998.

-Me da miedo

-No tiene que darte miedo… - responde mirándome – es lo que quieres no?

-Ya… pero dejar esto… y… - suspiro – me han dicho que voy a hacer muchos conciertos… - resoplo – delante de miles de personas… - niego con la cabeza – no puedo hacer eso.

-Por qué no? – pregunta extrañado – venga ya… vas a ser una estrella…

-No quiero ser una estrella… - digo con frustración – solo quiero cantar…

-Y no es mejor cantar delante de miles de personas y que escuchen lo que sabes hacer? – le miro y me está mirando sonriente – no tengas miedo… nunca lo tengas… - me coge la mano y aprieta fuerte – lo vas a hacer genial.


2010.

Aunque hayan pasado dos semanas, sigo asustada. Mucho. Intento no estarlo… intento que esto no me afecte en mi recuperación. Sigo escayolada, tullida, sin poder coger todavía las muletas por la contusión en el hombro que me ha dejado en silla de ruedas cada vez que quiero moverme.

No salgo apenas de casa… y menos mal que tengo el jardín. Me ahogo entre estas 4 paredes. La cosa se ha calmado un poco… aunque Vero ha decidido trasladarse momentáneamente a mi casa para liberar a mi madre de la carga que supongo para ella. La verdad es que vivir acompañada no está tan mal… y más todavía cuando es tu mejor amiga y su hija, de apenas añito y medio, las que te acompañan. La niña es un amor… a veces se queda mirando la escayola e intenta quitármela con sus manitas y yo me muero de la risa. Pero, si lo pienso, no me hace gracia que esté aquí. Si a ese tío se le ocurre volver, no sé que pasaría. Prefiero no pensarlo, he intentado convencer mil veces a Vero pero no me hace caso. Por las noches, la niña duerme en casa de sus abuelos, los padres de Vero, y lo más probable, es que si vuelve, vuelva de noche. Así que nos pillará a Vero y a mí solas, sin compañía, sin nada puesto que yo no cuento con una pierna rota.
Álex viene todos los días. La verdad es que no entiendo cómo pude enfadarme con él y echarle de esa manera de mi casa hace ya varios años… si es un cielo, se porta con nosotros demasiado bien. 

Reflexionando, no solo le traté mal aquella vez, sino que llevo tratándole mal desde que perdí su número de teléfono. De repente, de la noche a la mañana, me vi embarcada en una vorágine de conciertos y trabajo. Recuerdo que pensé que tenía que buscar su número, pero no lo hice. Me imagino cómo debió sentirse cuando, de buenas a primeras, dejé de contestar a sus mensajes y llamadas. Ahí empecé a tratarle mal y no he dejado de hacerlo hasta ahora. Y, sin embargo, él no lo hace, él simplemente se porta como nadie se ha portado conmigo, como si siguiéramos siendo aquellos críos que jugaban en la calle sin preocupaciones.

Hoy me he levantado rara. Como revuelta… supongo que no me sentó nada bien la cena de anoche. De hecho, no tengo hambre… cosa rara en mí, que como por 15… y debería controlarme ya que ahora no puedo hacer deporte. Me voy a poner como una foca y voy a entrar de lado a los sitios porque mi perímetro abdominal será comparable al de un anillo de Saturno. Me río sin querer. Vero me mira extrañada pero dirige de nuevo su mirada a su hija, que huye de la comida, todo lo contrario a mí.

-Valeria por favor! – exclama Vero – cómete el potito por lo que más quieras…

La niña le mira divertida y sale corriendo por el pasillo.

-Valeria! – Vero se levanta del sofá y va tras ella –

Sonrío. Qué bonito sería tener hijos. Y qué lejano está eso seguramente. No es que considere que ya tengo edad para tenerlos, que también, sino que es muy difícil encontrar con quién y, sobre todo, encontrar el momento. Y si tienes que encontrar el momento para ser madre… es que no estás preparada todavía.
Escucho como Vero persigue a Valeria, a juzgar por los golpes que están dando. Sonrío de nuevo.

-Vero, me vas a destrozar la casa con tanto…

Me giro y me quedo helada. No puede ser.


-Una palabra, un grito… y la mato… 

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