1990.
-Eh! Deja el
bocadillo de mi amiga! – digo corriendo hasta que llego a su altura –
-A quién estás
gritando enano? – dice esa mole de varios metros de altura comparado conmigo –
-A ti… ese bocadillo
es suyo… - la señalo – he visto como se lo robabas.
-Ah si? – me mira
con rabia – y qué vas a hacer para que se lo devuelva?
Aprieto los puños.
Siento mucha rabia. Mucha. Como cuando mi madre me dice que tengo que cenar sin
ver la tele.
-Álex… da igual… no
tengo hambre… - dice ella en voz baja –
-Devuélveselo! – le
grito empujándole –
-La has cagado
enano…
2010.
Salto la verja como
alma que lleva el diablo. Tengo que entrar en la casa. No puedo esperar a que
venga la policía, no sé cuánto tardarán. Inspecciono un segundo el jardín,
buscando la manera de entrar. Me dirijo a la parte trasera, con cuidado de no
ser visto. Cuando llego a la parte de atrás, veo a los perros agolpados en la
puerta del salón, ladrando. No han sido imaginaciones mías, está aquí. No se
pondrían así si no pasara nada. Recuerdo que la cocina da al jardín. Una
pequeña puerta da paso a la pequeña galería donde tiene la lavadora y poco más.
Respiro casi
asfixiándome cuando un grito me para el corazón de nuevo. No sé qué está
pasando, pero tengo que entrar como sea. Camino despacio por el jardín hasta
llegar a la puerta de la cocina. Giro la manivela rezando por que esté abierta.
Cuál es mi sorpresa cuando veo que se abre. Me la esperaba cerrada.
-Por favor… haré lo
que sea… pero suelta a la niña por favor… - escucho suplicar a Malú –
Aprieto los puños y
la mandíbula mientras me deslizo por la pared de la cocina. Intento ver que
está pasando, pero debo ser cauto. Si me ve, se desencadenará todo y yo tengo
que tener ventaja.
-Ves esta pistola
Malú? – trago saliva, está armado – pues me cargaré con ella a la niña si haces
alguna tontería…
Joder… piensa rápido
joder! Asomo cuidadosamente la cabeza por la puerta de la cocina que da al
salón y le veo, con la niña en brazos, la hija de Vero. Y veo la pistola. Me
escondo de nuevo. Tengo que serenarme. Tengo que contar hasta 5… dejar que el
miedo se apodere de mí, pero solo esos 5 segundos. 1… 2… 3… 4… y 5. Respiro
hondo sin hacer ruido. Tengo que hacer algo y tiene que ser ahora.
-Como creo que no
sabes de lo que soy capaz de hacer… - escucho como su voz se aproxima y me
tenso, escondiendo mi cuerpo tras la pared – voy a enseñarte con Danka de lo
que soy capaz…
-No! – escucho el
grito de Malú –
Es el momento,
respiro hondo y salgo como alma que lleva el diablo de la cocina. Justo me lo
encuentro con la niña en brazos, en el jardín, a punto de darle una patada a
Danka que ladra sin parar. Ni siquiera miro a Malú, que debe estar mirándome
con cara de pánico. Pero no me lo pienso y me lanzo hacia la mano que sujeta la
pistola. No se lo esperaba y consigo arrebatarle la pistola escuchando de fondo los gritos de Malú y Vero.
-Suelta a la niña –
digo apuntándole con la pistola – suéltala! – grito –
Me mira con un
evidente gesto de descoloque y, sin decir nada, pone a la niña en el suelo y
alza las manos. La niña sale corriendo hacia su madre, que creo que está detrás
de mí, como Malú.
-Salid de la casa
Malú – digo sin dejar de mirarle y apuntarle –
-Eh tío… - ríe
nervioso – aquí hay una equivocación…
-Si sigues hablando,
te pego un tiro – hablo seguro, notando mi voz llena de odio –
Los perros siguen
ladrando, pero mi mirada no se despega de él. Le miro, le analizo, y tengo unas
ganas terribles de matarlo ahora mismo. Podría dispararle y joderme la vida,
pero todavía me queda un hilo de sentido común que me hace pensar en que la
policía está a punto de llegar. Solo aparto la mirada un instante, solo uno,
apenas un segundo, para mirar hacia Malú, que sigue paralizada en la puerta del
jardín.
-Sal de aquí joder!
– exclamo –
Y no me da tiempo a
más. Noto como se abalanza sobre mí y el arma se dispara hacia la pared de la
casa. Intento zafarme, escuchando los gritos de Malú. Por el rabillo del ojo,
veo como Vero se la lleva casi en volandas. Armo mi pierna y le aparto de una
patada. No sé donde está la pistola, pero me da igual. Me lanzo sobre él y
comienzo a pegarle. A pegarle como nunca pensé que le pegaría a nadie. Siento
dolor en la mano, pero no puedo parar. Hasta que, sin esperarlo, un puñetazo
casi a la altura de la sien, me deja sin aliento. Me quedo tendido en el césped
del jardín unos segundos, mareado, hasta que salgo corriendo en dirección a la
calle. Le he visto salir y no voy a dejarle escapar.
Salto las escaleras
de la puerta de la calle, ni las bajo. Veo como corre hacia Malú, que apenas
puede caminar y apoya la escayola en cada paso. Le alcanzo nada más salir por
la verja de la casa y le lanzo contra un coche. Le golpeo una vez más, pero me
devuelve el golpe, dejándome de nuevo nockeado unas décimas de segundo, pero
consigo armar el brazo derecho, aprieto el puño, y lo suelto. Lo suelto fuerte.
Más fuerte que nunca en mi vida. Impacto contra su cara tan fuerte que su
cuerpo choca contra un coche aparcado y cae al suelo inconsciente.
Mi respiración es
agitada, mucho. Muchísimo. Cierro los ojos y me agacho sobre mis piernas
intentando recuperar el aliento. Escucho las sirenas de la policía. Por fin.
Pero escucho más cosas… escucho sollozos, llantos. Me giro y veo a Vero
abrazando a Malú, con su hija en brazos.
Y una de esas
tormentas que sabía que se avecinaban todavía en este mes de Abril, hace acto
de presencia. Me empapo en pocos segundos, mientras camino hacia ellas. Me
quedo plantado a su lado, sin hablar, mientras la lluvia nos cala hasta los
huesos. Tengo que reprimir seriamente mis ganas de llorar cuando Vero me mira
con su hija en brazos y me planta un abrazo de esos que rompen el alma. Tras el
abrazo, me llevo las manos a los ojos, intentando evitar que salgan unas
lágrimas que están deseando ver la luz. Pero lo que ven no es la luz, sino a
ese tío de pie, empuñando de nuevo una pistola que no se si es la misma u otra,
mirándonos con la sangre cayendo por su cara debido a mis golpes. Con un gesto
instintivo, empujo con mis brazos a Malú y a Vero detrás de mi y me quedo
plantado ahí.
-Apártate… - dice
con voz ronca –
-Si quieres que me
aparte, dispárame – contesto con una seguridad que no me la creo ni yo –
-Como quieras… -
sonríe irónicamente –
Cierro los ojos y agacho la cabeza, asegurándome en un último intento, que Malú y Vero estén detrás de mí. Escucho sus respiraciones y sus gritos, pero no voy a apartarme. Si esto es lo que debo hacer, lo haré. Si tengo que morir así, lo haré. Son solo unos segundos de espera, solo unos instantes, hasta que en mis oídos retumba el sonido de un disparo. Recibo el sonido y, décimas de segundo después, mi cuerpo se tensa, mis ojos se cierran fuerte y aguanto la respiración.
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