1994.
-No vas a apartarte?
-No – respondo
seguro –
-Te apartaré yo
Y me disparan.
Solemos jugar a polis y cacos con una variante, y es que usamos pistolas de
agua para escenificar mejor lo que ocurre. Acabo de morir de mentira por proteger
a mi amiga. Es un buen final.
-Estas tonto o qué?
– me increpa Malú – por qué te pones delante?
-Pues porque no
quería que te disparasen – contesto sin más con la camiseta empapada de agua –
-Pues mira… ya
estamos los dos muertos… - me muestra su camiseta, también empapada por los
disparos de agua de mis amigos, y comienza a reirse –
2010.
Abro los ojos,
extrañado. No noto dolor. No noto nada.
-Álex! – grita Malú
detrás de mí –
Miro hacia la
carretera y veo como se desploma delante de mis ojos. Tras él, un policía
empuña un arma todavía humeante. Mi cabeza enlaza todos esos datos y llega a la
conclusión de que no me ha disparado, sino que el disparo ha sido para él.
Instintivamente, toco mi cuerpo, mirándome, buscando alguna herida que no detecte
por el dolor, pero no la hay. No hay disparo. Un charco de sangre comienza a
empapar la carretera justo por debajo de él. Miro al policía, el agente Martos,
que me mira con cara de circunstancias.
-Mierda, le has
matado – escucho como habla otro policía corriendo hacia él – llama al 112.
-Estaba a punto de
dispararles – dice Martos, todavía mirándome –
-Ya lo sé joder… -
exclama el otro policía – mierda! – exclama tocando el cuello de ese tío – está
muerto… la balale ha atravesado el pecho
Escucho todo eso
tragando saliva. Todavía no alcanzo a entender cómo me he visto envuelto en
esto. Y creo que me va a costar bastantes días entender que han podido matarme
por esa manía mía de meterme en líos sin querer.
-Malú!
La voz de su hermano
me hace reaccionar. Le veo venir corriendo desde la otra calle y me giro solo un instante hacia ella. Llora
sin parar mirándome. Me aparto mareado de la escena mientras Jose abraza a su
hermana. Necesito aire. Necesito mucho aire. Camino hacia la acera con la
mirada perdida. Me apoyo en un coche, intentando respirar hondo. Debe ser uno
de esos ataques de ansiedad que le ocurren a la gente pero a mí no. O si. O
esta vez sí. Esta vez es imposible mantener la cordura. Me tapo la cara con mis
manos y me agarro el pelo, peinándolo hacia atrás.
-Alejandro
La voz me asusta y
doy un pequeño respingo antes de darme la vuelta. El agente Martos me mira
preocupado.
-Estás bien? –
pregunta caminando hacia mí –
No contesto. Solo me
doy la vuelta y le hago un gesto para que me deje respirar. Otra vez ese miedo.
Otra vez me paraliza. Y otra vez recuerdo lo que aprendí de niño… a respirar… a
contar hasta 5 y dejar que el miedo haga su trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario