viernes, 2 de octubre de 2015

CAPÍTULO 24: Ni un paso atrás

2010.

Me encanta pasear con la música puesta. Es un gusto que solo te puedes dar en sitios no demasiado grandes. En la capital, cuando salía de esta misma guisa, se me mezclaban los claxon de los coches y el ruido que genera una cuidad tan enorme. Aquí no, aquí puedo pasear deleitándome con la música que me gusta.

He pensado que debería de dejar de ir tanto a casa de Malú. No por nada, sino porque no quiero que piensen que abuso de su confianza. Han pasado dos semanas y ni rastro de ese tío. A veces pienso que no va a volver a aparecer. Otras veces, pienso que volverá en cualquier momento, y eso me pone muy tenso. Tras aquella noche en la que nos quedamos todos en casa de Malú, yo no he vuelto a hacerlo, simplemente porque sé que está bien cuidada y sería una osadía por mi parte creerme que soy necesario allí. Voy a verla para darle consejos sobre la recuperación… algo me tiene que haber servido estudiar Fisioterapia. He visto lesiones como la suya mil veces… y suelen tener muy buena recuperación, pero un poco larga.

Camino tranquilo por su calle cuando veo algo que me resulta familiar. Un coche, de color azul oscuro, aparcado antes de llegar a su casa. Miro la matrícula y creo notar como mi corazón se paraliza un instante. No puede ser. Me quito los auriculares y miro en el móvil la nota donde tenía apuntada la matrícula de ese cabrón. Es su coche, maldita sea. Marco instantáneamente el número de la policía y siento mi corazón latir fuerte cuando pienso que puede estar por aquí, merodeando su casa una vez más.

-Hola, soy Álex Ramírez, es el agente Martos?

-Un segundo que le paso – me contesta una mujer con voz neutra –

-Dese prisa, es una emergencia… - digo desesperado mientras cruzo la calle –

-Si?

-Agente, soy Álex Ramírez, el coche de ese cabrón está aparcado en la calle de Malú – digo acelerado –

-Cómo? – pregunta sorprendido – estás seguro?

-Que es él joder! Que está por aquí! – grito llegando a la puerta de su casa –

-Vale, no hagas nada, quédate donde estás, en seguida vamos.

Cuelgo y noto mis manos temblorosas. Voy a tocar al timbre cuando, en la ventana, en una rendija entre las cortinas, veo a Malú de pie, como paralizada. Desaparece y veo a ese tío. Le veo. Es él. Y está en su casa. Maldita sea.

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